lunes, 17 de noviembre de 2008

Se plantea que existen dos tipos de belleza: una orientada a la fuerza, divinidad y subliminidad perteneciente estrictamente al alma, la otra, una belleza estética, la belleza de los sentidos. Nos encontramos en una división entre el amor estético y el ético. La diferencia predominante entre una y otra, es el valor que posee el alma, un valor netamente puro, no engendrado, “que somos un ser formado con un alma y un cuerpo”.
Estamos corrompidos por el sistema de la sociedad, lo material y superficial, nos hace sentir perdidos, estamos en una búsqueda constante de la otra mitad de nuestra alma; y muchas veces por no saber medir nuestra capacidad ni saber qué es lo que queremos, nunca la encontramos aunque la tengamos frente a nosotros. Por eso, nos sentimos reflejados de una manera perfecta en lo imperfecto, muy pocos somos capaces de utilizar la razón para llegar a ver la perfección del alma (este es un pensamiento muy propio de Platón).
El alma pertenece al mundo de las esencias, es elevada, noble, pura y perfecta nace con cada uno de nosotros, es la que impulsa al cuerpo y los sentidos, nos hace sentir el amor. El amor a la vez es el máximo motor de nuestro espíritu, la belleza de nuestra alma se refleja en nosotros mismos y en nuestras acciones.
Si dejamos volar el pensamiento desde un punto de vista extraordinario, el alma en entrega total, con esa otra alma; sintiendo desde la distancia esa fusión de razón – amor, dejando de lado todo lo que los rodea para entregarse de lleno a ese sentimiento preso de deseo de encontrarse es un sentimiento y deseo totalmente puro…
Los seres humanos perennemente buscaremos en nuestra razón el origen por el cual nos sentimos presos en nuestros cuerpos, a causa de que sufrimos, y porque morimos; buscaremos siempre el sentido de la existencia y buscaremos explicación del porqué fuimos castigados y separados de nuestro otro yo. Nuestra belleza es fuerza de una verdad intransferible, divina y sabia, va con cada uno de nosotros en nuestras acciones en nuestra manera de amar y ser seducidos.
La función principal es entender y comprender que los sentidos nos desorientan de la razón ya que somos complejos pensamos complejamente aprendemos de otros para no cometer los mismos errores aunque cada uno vivimos en nuestra propia realidad y tratamos de encontrar nuestra propia verdad...
Se podría concluir que la verdadera razón es ver lo siguiente: no debería de interesar el cuerpo en la forma que sea, sino el alma la cual es inmortal.

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